No es fácil mirarse a los ojos y ver lo que no nos gusta de nosotros. Muchos salen corriendo al verse y otros deciden no apartar la mirada y ver quien gana. Qué imperfectos somos tanto por dentro como por fuera y aún así, siendo conscientes de ello, seguimos sin aprender.
El mar estaba precioso en su estado más animal. Salvaje, me salpicó, impregnándome de su impetuosidad. Podía sentir las rocosas cuchillas bajo mis pies, casi obligándome a saltar. Tan fácil de penetrar y tan difícil de escapar una vez dentro.