Si no me hubiera detenido a mirar fijamente el profundo color oscuro de tus ojos, jamás te hubiera reconocido, jamás me hubiera percatado de tu presencia.
Fue ella la que se acercó a mí. Una tímida pregunta entre dientes, hizo que acertara mi nombre como si lleváramos toda una vida juntas. De pequeñas, tenía adoración por ellas pero el pasar del tiempo y circunstancias que no se pueden superar, desvanecieron todo tipo de sentimientos. Sólo recordaba lo niña que eras la última vez que te vi y, sin embargo, tu carta de presentación me catapultó a esta realidad en la que ya no reconciliaremos todo lo acontecido.
-¿Y no te resulta triste todo esto?-
-Claro que sí, pero lo qué más triste me resulta es que después de 15 años y una escueta conversación, yo conozca lo más importante que hay en su vida y ella siga sin saber absolutamente nada sobre mí. Intereses tenemos todos, ahora, poder compartirlos ya es otra historia.-
Estuvieras dónde estuvieras, siempre he deseado lo mejor para ti, pero a mí ya no me quedan armas para implicarme. Sé que no lo aceptarás y que tampoco lo entenderás pero, créeme cuando te digo, que esto es lo mejor para los dos.
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